Doña Brígida: un testimonio desde la Comunidad de Paz

Testimonios SAN JOSÉ DE APARATADO: Doña Brígida  

La memoria es la fuerza de la resistencia. […] Nosotros mantenemos la memoria y siempre sentimos que alguien que faltó, de esa gente tan importante que ha faltado en la Comunidad, que siguen estando con nosotros. Entonces es como que no se fueron. Siguen estando, desde el más allá. Está su espíritu con nosotros. Y yo creo que ese ha sido la característica de nuestra Comunidad, y es lo que nos da esa fuerza. (Fragmento entrevista personal a Doña Brigida, 2011).

Doña Brígida Mendoza, siempre con el semblante oscilando entre lo dulce y lo ingenuo, quien la ve por primera vez no imagina la historia de su vida. Ella comenzó ayudando a sus padres en el pequeño cultivo familiar, pero años después consiguió su primer trabajo remunerado en una industria bananera. “Éramos 46 mujeres que trabajábamos todos los días desde las 4 hasta las 23 hs. Era inhumano. Formamos un sindicato y nos pusimos de acuerdo en llegar más tarde al trabajo. Los patrones descubrieron que yo era una de las líderes del sindicado y me despidieron”, recuerda Brígida.

Doña Brígida, que creció con tres hermanos más, se casó y tuvo siete hijos. Sus tres hermanos y dos de sus siete hijos fueron asesinados por grupos paramilitares o guerrilleros. “La última que murió fue mi hija más joven, Elisenia González. Tenía 15 años cuando fue asesinada en la masacre del 26 de diciembre de 2005. Sin dejarse caer, ella fue una de las principales líderes comunitarias responsables por la creación de la Comunidad de Paz en 1997 y hoy es mundialmente reconocida por su liderazgo en la región: ya contó la historia de su pueblo en Italia, Portugal, España, Suiza, Bélgica, Austria y Alemania, consiguiendo que San José ganara atención internacional.

Pero es a través del arte que Doña Brígida consigue mitigar el pasado y mantener viva la memoria de parientes y amigos perdidos: en sus cuadros de trazos casi infantiles, ella retrata el día a día de la comunidad, la relación del hombre con la tierra, el trabajo en el campo y las diversas matanzas que la comunidad sufrió a lo largo de los últimos años.

Un final de tarde de verano como cualquier otro, Doña Brígida se acomoda en una tosca mesita de madera en la sala de su casa, enfrentada a la puerta que, abierta de par en par, deja entrar la luz para compensar la falta de electricidad.

El verde de las plantas y el colorido de algunas flores colgadas en el patio ganan un tono brillante, intenso. El perfume, como no podía ser de otro modo, es de tierra mojada. Y nadie dice nada, como si esa atmósfera simple y sosegada, propia del interior de cualquier país de América Latina, fuera suficiente reflejo de decires y grandes quehaceres.

Ya de noche, Doña Brígida decide organizar una sesión de cine en la misma sala donde hace pocas horas producía sus artesanías. Con los invitados debidamente acomodados en el piso, la película comienza. No por casualidad, el filme elegido fue Los colores de la montaña, que cuenta la historia de un grupo de niños que viven en una región dominada por la guerrilla en algún lugar del departamento de Antioquía, pero que está cerca de ser atacado por un grupo paramilitar.

En el final de la película, cuando los paramilitares comienzan a atacar la comunidad y a matar a los hombres que supuestamente poden haber tenido algún vínculo con la guerrilla, muchas familias, con miedo, son forzadas a dejar sus tierras para tratar de sobrevivir. Son esas familias las que engordan cada año las estadísticas de personas desplazadas por el conflicto colombiano, que representan cerca del 10% de la población del país. Doña Brígida interrumpe la exhibición y, con aire de profesora, explica cómo fue tener que huir con la propia familia de su tierra natal, tal como las familias eran obligadas a hacer en la película. “Fue así, tal cual. Me acuerdo que tuvimos que huir por muchos kilómetros hasta sentirnos seguros. Pero en ese lugar poco tiempo después volvía a suceder lo mismo de nuevo. Y teníamos que huir otra vez”, recuerda Doña Brígida, aparentemente sin rastro de rabia y con una porción de resiliencia.

Y así otro día llega a su fin en la Comunidad de Paz de San José. Pero a diferencia de aquel 26 de diciembre de 2005, mañana la comunidad amanecerá en paz.

El artículo y la entrevista están realizados por Fellipe Abreu graduado en Cine y posgraduado en Relaciones Internacionales, y puedes encontrarloa completa y original en el sitio web de El Calle2, revista digital de periodismo narrativo que pretende dar una nueva mirada a América Latina. http://calle2.com/por-entre-guerrilhas-um-exemplo-de-paz/

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